A lo largo de la historia Vilarmide asiste a varios momentos trascendentales para sus habitantes. En la década de los 30, tal vez ajena a la “gran depresión” financiera de entonces, nos iluminó la luz eléctrica. Rondaban los años cincuenta y la carretera no se atrevió a pasar de O Val, cerca de la iglesia, hasta casi veinte años después. El motivo de haberse detenido allí fue la negativa del párroco a la cesión de unos terrenos por los que debía transcurrir. La década de los años 60 supone el instante en que los tiempos de cambio y apertura del régimen dictatorial, nos enseñan otras realidades fuera de nuestro limitado entorno. Llega la televisión.
La luz eléctrica llegó al Vilarmide desde el molino de Rocha (o molino de Coladas) con 125 voltios que subían desde el río, atravesaban fincas, prados, caminos.... y llegaban a las casas dispuestos a jubilar a los antiguos candiles de aceite, cansados ya de ennegrecer paredes y techos. Los postes eléctricos con sus aisladores de porcelana o cristal verde, se impusieron en el paisaje y fueron benditos por los vecinos para siempre jamás.
La carretera supuso la llegada a nuestro pueblo de los primeros automóviles, a los que los perros, y también las personas, tardaron un tiempo en acostumbrarse. No obstante, los pioneros en la actividad del transporte ya estaban entre nosotros. La familia de la casa de Xanón, procedente de O Navallo, se instaló en Vilarmide, y con su camioneta aportó el imprescindible servicio para que se desarrollase la producción de carbón vegetal (carbón de uz -brezo-) principalmente, proporcionando el transporte hacia las ferrerías de la comarca, especialmente Ferreiravella en Riotorto. Los camiones eran motivo de asombro y qué decir del primer autobús que llenó de humo blanco el centro del pueblo. El famosísimo "Rápido". Un autobús que unía el fin del mundo (nuestro pueblo) con "A Ponte". dos domingos al mes, coincidiendo con el mercado que se celebra todavía hoy domingo sí, domingo no. ¡¡Toda una revolución!!. El Rápido se llenaba de cestas con verduras, huevos, conejos, gallinas..... Cualquier cosa que se pudiese llevar para vender en el mercado. La parte superior del autobús estaba rodeada de una barandilla en donde se amarraban las maletas y donde viajaban algunos mozos haciendo verdaderos actos de equilibrio para no acabar en la cuneta. Habíamos entrado en la civilización.